Morir de frio. Esta es una expresión en sentido figurado, es una queja, una forma de conectarse con otro que está sufriendo el mismo frío, una manera de sacar conversación en el laburo, en el ascensor, pero ahora no. En estos últimos días no. No es una forma de sacarle conversación a nadie: 63 personas en situación de calle murieron por hipotermia en Argentina, según el relevamiento conjunto de la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle y la Facultad de Psicología de la UBA. Trece de esas muertes ocurrieron en la Ciudad de Buenos Aires. El resto, en provincias del centro y norte argentino.
Vaca Muerta es una formación geológica ubicada principalmente en la provincia de Neuquén, y es considerada una de las mayores reservas de gas y petróleo no convencional del mundo. En gas no convencional (shale gas), se estima que tiene el segundo mayor recurso técnicamente recuperable del planeta, después de China, según la EIA de Estados Unidos.

El gas no convencional se extrae con técnicas de fractura hidráulica (fracking) y requiere grandes inversiones en infraestructura. Argentina apostó a Vaca Muerta como motor energético para exportar e ingresar dólares, pero internamente sigue con graves problemas de distribución y acceso en barrios populares, como muestra la contradicción de tener muertes por frío en un país gasífero.
De hecho, el Gobierno de Javier Milei decidió profundizar la crueldad. Este lunes, en plena ola polar y crisis energética, el Ministerio de Economía publicó el Decreto 446/2025, que elimina los precios máximos y la regulación estatal sobre las garrafas de gas. A partir de ahora, el precio será el que “libremente fijen las empresas”. Y las empresas ya avisaron: el costo de la garrafa de 10 kilos, que tenía un precio referencia de $10.500 en junio, trepará sin techo en barrios donde es el único modo de calefaccionarse y cocinar ¡Viva la libertad, carajo!
En Mar del Plata, ciudad en la que se investiga la muerte de Héctor Gustavo Cabello, un cuidacoches de 52 que se presume sufrió violencia policial por estar en situación de calle, algo que es habitual en la gestión de Guillermo Montenegro, la mitad de la Ciudad se quedó sin gas y el jueves no hubo clases en las escuelas de todo el distrito.
Por primera vez en la historia Mar del Plata se queda sin gas.
Gestión Milei, EL PEOR PRESIDENTE DE LA HISTORIA pic.twitter.com/XlLkwltoD0— Soledad Gimenez (@gisoleok) July 3, 2025
Volviendo a Nación, el Gobierno defiende la medida como parte del “sinceramiento de precios” y la “liberación de mercados”. El vocero presidencial afirmó que se elimina un sistema de “precios atrasados que distorsionaban la economía”. La distorsión real, sin embargo, es otra: un país productor de gas, con barcos regasificadores activos y exportaciones récord, que no puede garantizar garrafas accesibles ni red de gas para su propia población.
Morir de frío no es solo un problema climático. Es un problema político. Porque no son las temperaturas las que matan, sino la pobreza y el abandono estatal. El frío se combate con frazadas, sí, pero sobre todo con política energética inclusiva. Con redes de gas que lleguen a los barrios populares, con garrafas a precio regulado y con un Estado que priorice la vida antes que la ganancia.
En estos días, las organizaciones sociales multiplican colectas de mantas y ropa de abrigo. Pero ninguna manta reemplaza una garrafa encendida o una estufa de gas funcionando. Ninguna sopa caliente que repartan las iglesias de Buenos Aires alcanzará para un invierno que recién comienza y ya cobra vidas en las veredas, en las plazas y en las casillas de madera sin aislamiento.
La paradoja argentina es esa: morir congelados sobre un subsuelo repleto de gas. Un gas que ahora, gracias a la desregulación libertaria, será aún más inaccesible para quienes lo necesitan para sobrevivir. Y cuando alguien muere de frío en un país gasífero, no es un accidente ni un castigo divino. Es la decisión de un gobierno que puso el mercado por encima de la vida.