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    ¿Qué tiene que pasar para que Milei pierda las elecciones?

    Javier Milei llegó al poder para poner fin a un ciclo kirchnerista de 20 años, que fue del 2003 al 2023. Es cierto que hubo un interregno macrista, pero no cambió sustancialmente el modelo productivo heredado, ese que se activó en 2001 con el “Que se vayan todos”, un grito tan fuerte que —tras un baño de sangre con más de 30 muertos— enterró al neoliberalismo menemista en la Plaza de Mayo.

    Milei y su motosierra
    Milei y su motosierra

    Ese modelo consiste, en líneas generales, en cobrar retenciones al campo y subsidiar una economía poco competitiva y el consumo de los habitantes del conurbano y la Capital, que —no por casualidad— fueron quienes protagonizaron el 19 y 20 de diciembre. El voto a Milei fue, entre otras cosas, un voto del interior contra “los porteños” y el conurbano, que tienen el transporte y la energía subsidiados. Que ese sentimiento haya sido encarnado por un porteño rematado como Milei es una muestra del hartazgo con la política tradicional. Algo que el cordobés Juan Schiaretti, interesado en representar esa venganza del interior, también supo leer.

    Este fin de ciclo se respira en la calle, se vuelve ideología y se cristaliza como idea fuerza en la tan mentada “batalla cultural”. Ciudadanos de a pie defienden el equilibrio fiscal, y el Gobierno logró pasar por encima de las organizaciones piqueteras sin que la sociedad saliera a defenderlas. El “colectivismo” kirchnerista, parafraseando a Ayn Rand, encuentra su límite en un individualismo conceptual que incluso se coló en el eslogan de campaña de Sergio Massa: “La patria sos vos”.

    En tiempos de fin de ciclo, es muy difícil que se vuelva atrás con las mismas ideas, las mismas caras y la misma economía. El cierre de listas del peronismo en la provincia de Buenos Aires deja sabor a lo mismo de siempre. De Unión por la Patria a Fuerza Patria, Massa, Kicillof y Máximo Kirchner aparecen en todas las fotos.

    El gobernador bonaerense, con mejor imagen que sus socios, queda atrapado en la mala prensa del kirchnerismo, cuya jefa está condenada por corrupción en una causa amañada y desastrosa, pero que de todos modos destila sospechas sobre su gestión. Por su pelea con CFK, tampoco cuenta con el respaldo total del cristinismo de paladar negro.

    Además, las dificultades económicas hacen que la gestión bonaerense tampoco sea un motivo de orgullo. Si en vísperas del 7 de septiembre —fecha de las elecciones provinciales— llueve mucho, los vecinos deberán ir a votar en medio de las inundaciones.

    El juego de Grabois y el dilema opositor

    Juan Grabois interpreta este clima y amaga con jugar por fuera en octubre. Su jugada aporta aire fresco, pero el resto de los socios de Fuerza Patria lo acusan de romper los acuerdos. Según el massista Sebastián Galmarini, la unidad para septiembre y octubre se cerró en combo. Patria Grande habría aceptado… y ahora patea el tablero. Pero entre fantasmas no vamos a andar pisándonos la sábana. En el PJ, nadie puede hacerse el ofendido. Menos cuando el kicillofismo ya había presentado, sin avisar, una lista alternativa sin el kirchnerismo, por si todo salía mal.

    Desde el entorno de Grabois argumentan que una cosa es septiembre —cuando hay que defender la provincia— y otra muy distinta es octubre, donde el peronismo es oposición y debe abrir un debate profundo.

    Dilema opositor: Si vamos todos juntos, parecemos lo mismo de siempre, y aún así podríamos perder (aunque con más chances). Si vamos separados, no queda claro que seamos algo distinto, y seguro perdemos.

    Puede que Grabois tenga razón: hacen falta nuevas ideas y es difícil que Milei pierda. Quizás este 2025 sirva para ordenar el 2027. Sin embargo, ahí está la contradicción y el dilema opositor.

    Si vamos todos juntos, parecemos lo mismo de siempre, y aún así podríamos perder (aunque con más chances). Si vamos separados, no queda claro que seamos algo distinto, y seguro perdemos.

    Por otro lado, estas son elecciones legislativas. No hace falta tener un plan unificado ni coherente. Basta con ponerle un freno a la motosierra. Si se logra eso, el objetivo de la oposición estaría cumplido.

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    Ahora bien, ¿se le puede poner un freno a la motosierra con el llamado “tren fantasma”? Es decir, con los zombis decrépitos del Frente de Todos. Puede ser que sí, pero dependerá de la evolución económica.

    Como este es un modelo que se sostiene desde afuera, lo que opinen los mercados es más importante que nunca. En ese contexto se inscribe la próxima batalla en el Congreso, con los jubilados en una esquina y el Gobierno de Milei en la otra.

    La oposición logró aprobar un aumento para los jubilados y una extensión de la moratoria previsional. Una buena para ellos. Ahora, Milei tiene hasta el 4 de agosto para vetar la ley, como ya es costumbre. Pero no cuenta con los 87 héroes en Diputados para blindar el veto. Para eso necesita romper el frente opositor que se armó gracias a la Liga de Gobernadores.

    Es decir, debe tentar a varios mandatarios provinciales con algún favor coparticipable para llegar al número mágico. Si no lo logra y el veto cae o es aplastado en Diputados, los mercados podrían ponerse nerviosos y el dólar podría acercarse al techo de la banda, con riesgo inflacionario.

    Si la oposición pasa a la ofensiva, se podría pensar en una unidad mayor. Y ahí Grabois debería cambiar de táctica. Su jugada sólo tiene sentido si en octubre se discute la autocrítica del peronismo. Si, en cambio, la discusión es cómo frenar a Milei porque pierde apoyo social, la salida lógica es la unidad.

    Desde Patria Grande repiten el mantra: “no importa quién sale primero, lo importante es juntar diputados”. Pero sí importa quién sale primero. Todo se ordena a partir del veredicto popular. Así funcionan los gobernadores, la Justicia y los sindicatos. En síntesis, las instituciones de estabilidad (o inestabilidad) de la patria.

    Por lo pronto, la consultora Zuban Córdoba publicó un dato interesante: el 50,6 % votaría por un frente que reúna a toda la oposición. No es un mal número para empezar.

    Estudio de Zubán Córdoba
    Estudio de Zubán Córdoba

    En relación al fin de ciclo con el que comenzamos esta columna, podríamos aventurar a pensar que tras la aventura mileista se dará comienzo a un proceso que tiene a Vaca Muerta y el litio como la gallina de los huevos de oro. Probablemente, la idea sea la misma que en el anterior ciclo kirchnersta. Sacar impuestos de las exportaciones para subsidiar una economía con baja competitividad y el consumo de los grandes conglomerados urbanos. 

    Eso, en el mejor de los casos. Si Mile se vuelve hegemónico, nuestra siguiente parada es Perú. Una economía basada en las exportaciones con bajos salarios, orden macroeconómico, sin industria, la gente básicamente empleada en el rubro de los servicios y muchísima desigualdad. 

    Sin ninguna ofensa a los peruanos que puedan leer estas líneas, no quiero ser Perú, quiero ser Argentina, la mejor versión que podamos de Argentina. 

    Para eso, hay que poder frenar al loco de la motosierra. Ahora los dirigentes políticos tienen la pelota en su cancha, deben hacer su magia. 

     

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