Desde que asumió, muchas veces escuché a distintos analistas y personas decir que Milei no quiere ser presidente, que en realidad le gusta ser influencer de la ultraderecha mundial, que en realidad le gusta ser famoso.
Imágenes que me vienen a la mente y coinciden con esta especulación: su cara de disfrute cuando se encontró con Sylvester Stallone en la CPAC, o la primera vez que gritó de alegría al ver a Trump, “Mr. President”. También jactarse cada vez que algún medio hablaba de él, con la frase “fenómeno barrial”, o su presencia insólita en redes, obras de teatro, sus novias vedettes y toda la parafernalia a la que nos acostumbró desde que asumió.
Hoy me parece que realmente el tipo no quiere ser presidente, pero no por no querer gobernar: llo que no quiere es ser presidente de un país independiente. Lo que quiere ser es un virrey en nuestro territorio de una potencia extranjera: Estados Unidos; un representante de la primer potencia mundial del imperialismo en nuestra región; un heraldo de Donald Trump y defender a rajatabla sus intereses. Convertir a nuestro país de una semicolonia (que ya somos), en una colonia completa.Nos alineamos completamente con Trump, con Netanyahu y hacemos todo lo que pidan.
Porque en su política exterior hay dos elementos contradictorios: el salvataje y la condena. Por un lado, teníamos un gobierno que, durante la última semana, transitó momentos de crisis y volatilidad total. Por momentos parecía que salía disparado por los aires y se venía una Asamblea Legislativa. Varias votaciones perdidas por paliza en el Congreso y el Senado, y el dólar por las nubes.
La Libertad Avanza ya no contaba con aquellos “héroes” que le blindaban sus vetos y aprobaban DNUs. Después de lo que fue el escándalo de las coimas en Discapacidad, hasta había perdido su aura moral “anti casta”, lo que precipitó también una durísima derrota en PBA. Para colmo, La corrida contra el dólar y la caída de los bonos mostraba una pérdida de confianza del mercado.
Parecía que el gobierno estaba pendiente de un hilo, pero salió al rescate Mr. Donald Trump: primero con un tuit de Bessent, del jefe del Tesoro norteamericano, que calmó los mercados y tranquilizó las aguas. Pero que no es, ni mucho menos, una respuesta ni una solución a largo plazo. Se confirmó un préstamo de 20.000 millones, pero será para después de las elecciones de medio término y sujetas al triunfo de Milei.
Además, el encuentro en Washington mostró una actitud muy prepotente por parte del presidente norteamericano. El tipo comenzó diciendo: “Hay muy poquito tiempo, tengo muchas reuniones, así que vamos a hablar un ratito”, y bromeó con que concluía la reunión tras decir que apoyaba a Milei.
Otra cosa que cayó muy mal fue su explícito apoyo “a la reelección” del presidente argentino. Trump mostró un desconocimiento total, ya que las próximas elecciones no son presidenciales. Fue como si hubiera leído un apunte sin demasiada atención: “Apoyamos al presidente, esperamos que sea reelecto, tiene todo el apoyo norteamericano, listo, nos podemos ir”.
Digamos, de paso, que decir desde el poder de la primera potencia mundial a quién deben votar los ciudadanos de otros países no es una actitud muy democrática que digamos. Pero Trump nos tiene acostumbrados a su estilo vulgar de injerencia total. Dijo que iba a rebautizar el Golfo de México como Golfo de América, que se iba a apropiar del canal de Panamá, y tiene puesta la mirada en el Cono Sur pensando en la disputa con China.
Luego, los norteamericanos entregaron un posteo impreso de la red social de Trump que Milei exhibió como un trofeo. Patético.
“El muy respetado presidente ha demostrado ser un líder verdaderamente fantástico y poderoso para el gran pueblo argentino, avanzando en todos los niveles a una velocidad récord”, decía el mensaje.
Todo lo contrario de lo que estamos viviendo en Argentina. El gobierno libertario es una calamidad. Hay una crisis con el salario, cuesta muchísimo a la mayoría de la gente llegar a fin de mes, hay una destrucción de la salud pública, una destrucción del presupuesto educativo, un país que quedó al borde del estallido financiero, y ahora multiplica su deuda infinita. Además, no parece haber un motor que saque adelante la economía y hay una destrucción del empleo formal, porque con la liberación de las importaciones incluso se perjudicó mucho la industria local.
Pero Milei y Caputo pelaron el “ancho de espada”, la carta del apoyo de Bessent y Trump, que salvó a Milei de la eyección, aunque habrá que ver si salva de la derrota electoral en octubre. Algunos analistas sostienen que puede ser hasta contraproducente. Algo de eso se vio en los discurso de la ONU, con el contraste entre el discurso de Lula y Milei.
Lula mantiene un enfrentamiento con Trump debido a los aranceles que le pusieron a los productos e incluso la injerencia de Trump en los juicios contra Bolsonaro por el intento de golpe de Estado. La toma del Planalto en Brasil fue algo muy similar a lo que ocurrió cuando Biden ganó las elecciones después del primer mandato de Trump y una serie de seguidores trumpistas intentaron tomar el parlamento. Lula se mantuvo firme ante Trump, y esto lo fortaleció ante la opinión pública de su país.
En Argentina, sabemos, se canta en los estadios de fútbol: “El que no salta es un inglés”. La guerra de Malvinas forma parte de nuestra identidad: el enfrentamiento al imperialismo y las experiencias que tenemos con los préstamos del FMI, que nunca han servido para solucionar problemas estructurales, sino para ampliar las cadenas de sometimiento.
En el caso del último gobierno de Macri, tomó un préstamo de 50 mil millones que no lo salvó de una derrota electoral, y usó el dinero solamente para ganar tiempo a corto plazo y financiar la bicicleta de los bonistas —seres despreciables que no tienen patria ni presidente preferido, simplemente compran y venden para quedarse con la mayor cantidad de dinero fresco en sus bolsillos sin fondo—.
Bueno, Milei ata su estabilidad económica a un tuit de Donald Trump. Es decir que nuestra economía está en manos de lo que Trump opine en redes. Tranqui.
Un préstamo con el Tesoro estadounidense es igual de comprometedor que uno con el FMI. Hipoteca de las perspectivas de la Argentina porque condiciona nuestra política económica a la injerencia de los intereses norteamericanos.
Lamentablemente, el desastre de la gestión del experimento libertario —un experimento de una política que no se probó en ninguna parte del mundo y para el que Argentina fue un laboratorio —un laboratorio de cuánto aguanta el cuerpo social las ideas lunáticas de un desquiciado— que mucha apoyó porque vio a Milei como alguien “distinto”.
Cansados, quizás, de la decepción que fue el gobierno de Alberto Fernández, que se esperaba mejor de lo que había sido el gobierno de Macri y no fue mejor. Atravesamos la pandemia, seguimos perdiendo poder adquisitivo, laburamos cada vez más y cada vez nos alcanza para menos.